viernes, 26 de febrero de 2010

Por qué reformar la ley electoral

(escrito monolingüe)


Leemos en el diario La razón lo siguiente:
«

24 Febrero 10 - Gracián: Aula Política del Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad CEU San Pablo

(...) se complementó con un Real Decreto Ley de Febrero de 1977, que añadió las reglas del sistema D’Hondt con sus primas a las fuerzas políticas mayoritarias; Real Decreto Ley que se calificó de «provisional», destinado tan sólo a regir en aquellas primeras elecciones de 1977 que darían lugar a las Cortes redactoras de la Constitución.

(...) Pero ocurrió algo muy comprensible: Los Partidos que lograron el predominio con aquellas normas provisionales, las elevaron a definitivas, constitucionalizando el sistema proporcional para el Congreso y reproduciendo la regla d’Hondt en la legislación electoral.

Hoy, tras más de treinta años de experiencia, lo que funcionó muy bien en las Cortes Constituyentes, comienza a ser muy controvertido.

Aunque debemos adelantarnos a reconocer que también ha tenido y tiene virtudes o efectos positivos en el desarrollo ordinario de nuestra vida política.

Con este sistema electoral hemos logrado la alternancia de diferentes grupos ideológicos en el desempeño del poder, hasta ahora dos períodos la derecha y otros dos la izquierda, disfrutando de una de las más notables ventajas prácticas de la democracia.

Con este sistema, y salvo en las dos primeras legislaturas por circunstancias muy especiales, los mandatos fueron prácticamente agotados siempre; el sistema no ha generado el desgobierno que han conocido otros regímenes de democracia parlamentaria.

Pero hay otros aspectos que son problemáticos.

(...) Ni es fiel aplicación del principio democrático un procedimiento electoral mediante el cual, viene produciéndose elección tras elección que, con el mismo número de votos, un Partido consiga seis veces más escaños que otro.

(...)
»


Se argumentan luego otras posiciones en el escrito sobre la acción de los partidos políticos que aquí llamamos "cuartos partidos", los regionalistas y nacionalistas periféricos. En su mayoría, no compartimos el fondo de la legítima opinión del articulista en ese último aspecto.

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